jueves, 28 de febrero de 2008

Un ser superior- Salemo

Por fin había alcanzado la cima. Costó su buen esfuerzo, pero la satisfacción que sentía en ese momento compensaba con creces todo lo que había costado llegar hasta allí. No iba a negar que el principal motivo que lo impulsó a lograr alcanzar su objetivo era alimentar su propio ego, pero también lo hizo pensando en El Hombre, en todos los hombres. Esto demostraba sin duda alguna lo que era capaz de realizar un ser humano si ponía toda su voluntad en cumplir con cualquier objetivo que se proponga. Habían sido meses de un duro entrenamiento físico. Pero este no era el principal motor para cumplir la hazaña; todo hombre o mujer de este bendito planeta, contaba con los atributos naturales con que había sido dotado por esa inteligencia superior, aunque algunos necios aún insistían en negar su existencia. El nos dotó de una mentalidad superior; solo el hombre era capaz de amar y ser sensible en un grado muy por encima de cualquier otro ser vivo sobre el planeta, solo el hombre poseía un alma que lo perpetuaría luego de su desaparición física, su posibilidad de raciocinio era única e inimitable. Dominaba el planeta y era justo y lógico que así lo fuera.

Contempló el paisaje que lo rodeaba y sintió como su pecho se hinchaba de orgullo por pertenecer a la raza superior, a la dominante, a la única capaz de alcanzar la cima de esa escarpada montaña por medio del esfuerzo físico sí, pero también por el impulso que significaba estar seguro de lo que El Hombre era capaz de realizar.

Cientos de metros más abajo, revoloteaban unas aves que debido a la distancia no distinguía bien de que tipo se trataba. No importaba demasiado. Ni siquiera ellas,que contaban con esa habilidad, podían llegar hasta allí, no podían ni siquiera acercarse a lo que un solo hombre significaba.

Se permitió unos minutos de egoísmo, se los merecía sin duda. Había llegada hasta allí en solitario. Nunca había sido un gran atleta, lo quehacía engrandecer aún más su hazaña. Se entrenó duramente, incrementó un poco su masa muscular por medio de ejercicios y una dieta balanceada, llegó a un estado ideal de preparación y emprendió su camino sin vacilaciones. Un metro setenta y cinco de estatura, setenta kilos de peso, una mente lúcida y toda la voluntad que un ser humano poseía. No hacía falta nada más.

Decidió emprender el regreso. Nunca se había sentido tan feliz. Esto era el hombre, verdaderamente hecho a imagen y semejanza de Dios, su creador, su Padre.

Una pequeña, casi insignificante roca, precipitó el final. Se desprendió en el instante preciso que apoyaba su pié en ella, justo antes de que hubiera asegurado el arnés que lo mantenía sujeto. El cuerpo detuvo su caída varios cientos de metros más abajo y quedó completamente destrozado.

Las aves carroñeras que antes viera se empezaron a acercar. Sus mentes primitivas no alcanzaban a comprender la trascendencia del momento, no reconocían ni la grandeza de ese ser ni vieron alma alguna elevándose del cuerpo mutilado. Ni siquiera, al comenzar el festín, sabrían reconocer el metro setenta y cinco de estatura ni los setenta kilos de peso, y si pudieran hacerlo, sabrían que en toda comida, algo siempre se desperdicia.

FIN.

Salemo.

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